jueves, 5 de junio de 2008

¡UN PORRITO NO HACE NADA!

Como nos lo explicaba la directora del monoclínico Manantial, el mayor problema de los consumidores de sustancias ilegales es la falta de conciencia de los daños inmediatos y a largo plazo.

Para contrarrestar el mito de que “un porrito no hace nada”, leer en el siguiente link información muy interesante sobre los efectos de la marihuana:

www.ideasrapidas.org/marihuana.htm


Un solo porrito como muchos lo llaman, puede ser el amigo infiel que te lleva de la mano camino a la drogodependencia. Por eso, como bien lo señala este informe, “lo mejor para dejar la droga es no probar”. Sin embargo cómo luchar contra la curiosidad de los jóvenes, cómo evitar que (en la edad en que nos creemos saberlo y controlarlo todo) temamos a un simple “porrito”.

Y cómo no consumir “si todos lo hacen y no les hace nada”, la creencia popular entre los grupos consumidores es esta. “No hace nada” y esa es su arma secreta, aparentar no hacer nada.

¿Qué armas tienen entonces los amigos, las familias, los docentes, para evitar que se siga cotizando el consumo, para que en los grupos se reconozcan los daños y no se crea poseer un mejor estatus por consumir drogas?

Hay dos armas, creo yo, fundamentales: la educación y el amor.

La educación como herramienta que de a conocer a los jóvenes y adolescentes los daños del consumo de un “porrito”. Porque sólo el que conoce, el que sabe puede discernir entre lo que le hace bien y lo que le hace daño.

La educación que brinde además el material cognoscitivo que desarrolle la capacidad reflexiva de las personas, que apele al intelecto en momentos de presión social. La educación como un arma de libertad.

Y por otro lado el amor. Porque el ser que se siente amado no necesita sustancias que lo alejen de su realidad.

¿Qué mejor droga que el amor?

Por qué no volar con la música, el arte, porque no “flashearce” con un libro. Gente, ¡Qué mejor para escaparse de la realidad que leer un buen libro!

Porque también es cierto que nuestra sociedad está cada vez más sucia, el desespero por convertirnos en consumidores de tal o cual producto nos devalúan los valores y nos apagan los sueños.

El capitalismo extremo convirtió a nuestros padres en máquinas que deben moverse a favor del sistema y producir, producir, producir. Y el tiempo que tenían para brindarnos amor, educación, afectos, reglas; se lo terminaron vendiendo al mercado para comprarnos la última zapatilla o simplemente darnos de comer.

Entonces resulta comprensible que uno quiera a veces, escaparse de lo que le toca vivir, sin embargo, atrofiarnos el cerebro consumiendo drogas sólo vuelve más difícil las cosas y agranda nuestros problemas.

Y nos aleja de las únicas armas que tenemos contra ellas, porque convierte en misión imposible una lectura profunda, nos distancia de la educación y nos pierde del amor.

Lo más cool es la libertad, es por lo que nuestros próceres lucharon, es por lo que miles de personas perdieron la vida. Y si bien este sistema nos manipula y nos condiciona, todavía tenemos muchas elecciones por hacer, todavía podemos ser libres. Y sépanlo, aunque aparente ser de otra manera, nunca tenemos el control sobre ese simple “porrito”. La droga siempre tiene el poder.


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